Noches de borrachera
Hace tiempo dejé de ir con mis papás a la playa para evitar la soledad de mi casa, cuando Gabriel y yo habíamos recién terminado.
Ahora me quedo en la casa solo, sin miedo a asaltantes, violadores (aunque depende de como sea el violador el miedo que le tenga), o monstruos y almas en pena que me vayan a comer en medio de la noche. Y entre toda mi valentía, invito amigos a mi casa con los que ataco el bar de mi papá. Salen los vasos que están en ese ropero gigante que se compró hace poco donde guarda todas copas y vasos de whisky, esos que eran de mi abuelo el año 1500 y que trajo de un lugar que solo él se acuerda, más todo el alcohol que, se supone, no debemos tomar nosotros que le echamos Coca-Cola a todo. Pero saben que si dejan el ropero sin llave, yo lo saqueo, y siempre lo dejan sin llave.
Luego sale el hielo de las cubetas, más las bolsas con las que llegan muchos. Lo más increíble, es que los invito y nadie llega con algo de copete: sólo bebidas, saben que el las botellas son auspiciadas por el 3PA: PaPáPa-ga.
Finalmente, se abre el ala derecha del ropero del año de la pera de donde salen las botellas. Bailan, cantan, se levantan las polleras de la señorita Anastasia Vodka mientras el señor William Whisky fanfarronea del aumento del precio de sus acciones. Ron baila la rumba al ritmo de los tambores y Juanito Pisco ya está tirado muerto de borracho sobre un sillón. Pietro Martini coquetea con Sofia Campari, a quien las copas se le subieron a la cabeza y le dio la pasada.
Y así, los invitados que más esperamos comienzan a conquistarnos a nosotros, y de a poco empezamos a comportarnos como ellos mandan. Nos enamoramos, recordamos las viejas conquistas y sobretodo, aquellos que nunca llegamos a conquistar. Algunos empiezan a caer dormidos sobre los sillones, otros se van, otros se pierden en los baños.
Después de muchas horas y vasos vacíos, quedo solo en mi casa otra vez, con el alcohol invadiendo mi sangre, y recordando que nadie está para abrazarme durante la noche y en la mañana llevarme el desayuno a la cama. Y finalmente trato de escribir al día siguiente las cosas que pasan cuando se abren las grandes puertas por donde pasan las botellas libres. Quedo medio huevón, y prometo que esa sí será mi última noche de borrachera. Pero estoy tan huevón que no les conte nada y este post es muy fome. Así que aquí termina... plop!
no te voy a decir que me reí pero sí sonreí. :D
oye! yo también siento que sobra el Sean. Quizás si fuera un primer capitulo de una novela tendría razón de ser el pobre, pero en un cuento de blog como que sobra. yo cacho que se queda con Linda para hacerle terapia. :P
Bear hug,
Juas.
Leerte me confirmó que me debo una borrachera. Nunca he tenido una.
Saludos.
Hola, leer tu blog me subio el animo , se agradece.
Y lo de abandonar las borracheras, mmmmmmmmmmmmmmm lo veo dificil, jajajjajaja, a veces son muy atrayentes.
Cuidate
Saludos