Efectos
Luis Fonsi - "Se supone"
Debo admitir que estoy un poco alterado. A veces el cine tiene ese extraño poder de sacar de lo más hondo de nosotros nuestros propios temas prohibidos, aquellos que ocultamos, la cara bajo la máscara con la sonrisa eterna. Y a mí me hizo pedazos. Debo admitir que arrendé la película sólo por la alusión a la bisexualidad de Alejandro Magno, y más específicamente por que era Colin Farrell el que lo interpretaba. Lo que se suponía debía ser sangres, masacres y un héroe incomprendido termino convirtiéndose en la más pura imagen de mi yo más secreto. Ese que conozco yo y Gabriel, ese que solo una vez ha salido a la luz en la historia de mis cortos 20 años, el que muere dolorosamente sonriendo para no desencantar a los que lo rodean. Habría amado ser Hefestos, vivir el hecho de ser lo más importante en el mundo para alguien, fuera rey, general, peón o esclavo, y poder caminar de su mano por las callecitas de Babilonia sin que nadie apuntara con su dedo inquisidor. Si, es verdad, el hecho que Alexander fuera el rey lo hacía mucho más excitante y más con la sutileza deliciosa de los lujos innecesarios, pero tan poco importan los detalles aristocráticos cuando el amor de un hombre está tan cerca como para poder palparlo y abrazarte a él como si fuera la verdad más absoluta de tu historia. Es que alguna vez Gabriel fue la verdad más absoluta de mi historia, y ahora veo como desaparece tras la cortina de este cuento mal contado. Y lo veía ahí, al frente, montando a Bucéfalo a través de una Asia árida e indómita, intranquilo en la habitación real de Babilonia pidiéndome que me quedara con el por la noche, con el miedo que se escapa de los ojos del guerrero que debe darle fe a sus tropas. Y eso fue Gabriel. El general que me impulsaba a seguir más adelante, que ocultaba su miedo por que estaba convencido que nuestro amor era verdadero y valía la pena sufrir y esconderse por él; algo de lo que quizás yo nunca estuve tan convencido. Algo a lo que yo temía, algo frente a lo que era débil y no sabía enfrentar; y por lo que él lucho sin que yo prestara mucha ayuda, él fue el general y yo la tropa asustada, una tropa que después de mucho tiempo sigue asustada. Duele no poder tener una foto suya en mi pieza para mirarla al despertar, al mediodía, antes y después de almorzar, antes de salir, al llegar, antes de acostarse, y en vez tener que sacarla del baúl escondido y darle besos en la oscuridad, secar las lágrimas con una imagen escondida. Pero no puedo olvidar a alguien con quien tengo una historia inconclusa. Yo con Gabriel no he terminado, hemos seguido juntos aunque el tiempo no nos haya querido dar la razón, y aunque yo tenga a Colin Farrell al más puro estilo Alejandro Magno. Tenemos que hablar, decirnos cosas a la cara, llorar, reír... quizás darnos un último beso, volver a Isla Negra. Tengo que verlo.
Debo admitir que estoy un poco alterado. A veces el cine tiene ese extraño poder de sacar de lo más hondo de nosotros nuestros propios temas prohibidos, aquellos que ocultamos, la cara bajo la máscara con la sonrisa eterna. Y a mí me hizo pedazos. Debo admitir que arrendé la película sólo por la alusión a la bisexualidad de Alejandro Magno, y más específicamente por que era Colin Farrell el que lo interpretaba. Lo que se suponía debía ser sangres, masacres y un héroe incomprendido termino convirtiéndose en la más pura imagen de mi yo más secreto. Ese que conozco yo y Gabriel, ese que solo una vez ha salido a la luz en la historia de mis cortos 20 años, el que muere dolorosamente sonriendo para no desencantar a los que lo rodean. Habría amado ser Hefestos, vivir el hecho de ser lo más importante en el mundo para alguien, fuera rey, general, peón o esclavo, y poder caminar de su mano por las callecitas de Babilonia sin que nadie apuntara con su dedo inquisidor. Si, es verdad, el hecho que Alexander fuera el rey lo hacía mucho más excitante y más con la sutileza deliciosa de los lujos innecesarios, pero tan poco importan los detalles aristocráticos cuando el amor de un hombre está tan cerca como para poder palparlo y abrazarte a él como si fuera la verdad más absoluta de tu historia. Es que alguna vez Gabriel fue la verdad más absoluta de mi historia, y ahora veo como desaparece tras la cortina de este cuento mal contado. Y lo veía ahí, al frente, montando a Bucéfalo a través de una Asia árida e indómita, intranquilo en la habitación real de Babilonia pidiéndome que me quedara con el por la noche, con el miedo que se escapa de los ojos del guerrero que debe darle fe a sus tropas. Y eso fue Gabriel. El general que me impulsaba a seguir más adelante, que ocultaba su miedo por que estaba convencido que nuestro amor era verdadero y valía la pena sufrir y esconderse por él; algo de lo que quizás yo nunca estuve tan convencido. Algo a lo que yo temía, algo frente a lo que era débil y no sabía enfrentar; y por lo que él lucho sin que yo prestara mucha ayuda, él fue el general y yo la tropa asustada, una tropa que después de mucho tiempo sigue asustada. Duele no poder tener una foto suya en mi pieza para mirarla al despertar, al mediodía, antes y después de almorzar, antes de salir, al llegar, antes de acostarse, y en vez tener que sacarla del baúl escondido y darle besos en la oscuridad, secar las lágrimas con una imagen escondida. Pero no puedo olvidar a alguien con quien tengo una historia inconclusa. Yo con Gabriel no he terminado, hemos seguido juntos aunque el tiempo no nos haya querido dar la razón, y aunque yo tenga a Colin Farrell al más puro estilo Alejandro Magno. Tenemos que hablar, decirnos cosas a la cara, llorar, reír... quizás darnos un último beso, volver a Isla Negra. Tengo que verlo.
pucha, y lo que pasó al principio lo tienes que contar poh. cómo nos dejas así!!!
gracias por el link :D
bear hug,
Que bonito lo que escribiste.
visita nuestro blog de vez en cuando, nosotros leeremos el tuyo
Alter y Ego.
chutas ! que lindo
te seguire leyendo